Durante una tarde tórrida de invierno, tras las murallas de la Fortaleza Roja, la pesadilla más temida de Aerys II se volvería realidad. Cuando la reina Rhaella Targaryen dio a luz a su segunda hija en la solitud de su recámara, el rey, quien había comenzado a tambalearse en la cuerda floja de la cordura, no estuvo allí para recibirla. En su lugar se halló en el abrazo frío del Trono de Hierro, y aguardó la llegada de un invitado inusual. Llegado el crepúsculo, cuando la bóveda real estaba ya despejada y silente, a su llamado acudió Ser Arthur Dayne, Espada del Alba y confidente de su primogénito, Rhaegar. Aunque la desfachatez de Aerys fracasaba en extrañar, las palabras que escaparon de su boca lograron descolocar al noble caballero, a quien, bajo la promesa de montañas de oro, le encomendó el peor de los crímenes. La elucubración del rey nació con una historia, acerca de su padre, Jaehaerys, y el maldito día en el que el difunto príncipe Duncan contrajo matrimonio con una campesina de las Tierras de los Ríos. El primer día que Jenny de Piedrasviejas visitó la corte, llevó con ella a una anciana oriunda del bosque, una bruja, quien le obsequió al entonces rey tres visiones acerca el horizonte de su vida. Aerys desconocía la primera, y famosamente, por instancia de la segunda, fue prometido a su hermana Rhaella. Pero la tercera… Las palabras que Aerys clamó acerca de tercera visión de la bruja helaron la sangre del caballero. «La sangre de tu sangre será el fuego que consumirá tu estirpe, y en ella yace la semilla de la perdición. No será el primero, ni será varón, sino la segunda hija, aquella que traerá consigo la sombra de la caída» Fue entonces cuando el rey acabó por desvelar sus intenciones. Implacable, ordenó a Ser Arthur Dayne subir las escaleras de la fortaleza y deshacerse a sangre fría de su recién nacida. El caballero, sin mediar palabra, acató. Cuando se encontró cara a cara con la reina, desescoltada y pesarosa, le expresó el motivo de su visita. Rhaella escuchó sus palabras como quien se entrega a lo inevitable, sin embargo, al concluir, una sola pregunta la tomó por sorpresa. «¿Cómo se llamará?» «“Shaera”, le contestó» Ser Arthur arropó a la pequeña en una sábana, y en la plenitud de la noche abandonó las fronteras de Desembarco del Rey para volver a su hogar, en el sur. Durante una oscura madrugada, amparada por el fulgor de un astro escarlata, Shaera arribó a Dorne para ser acogida en el seno de la casa Dayne y crecer bajo su estandarte, ahora rebautizada como la Estrella del Amanecer. El tiempo no detuvo su marcha, y cuando Shaera alcanzó la plenitud de su juventud, se moldeó en una joven sobresaliente. Su belleza y su ingenio la convirtieron en una presencia luminosa en la corte, y por ventura, allí conoció a su alma gemela, el futuro señor de Lanza del Sol, con quien eventualmente contrajo matrimonio. Aunque el sol preside en su nueva vida, los secretos de su verdadera sangre arden bajo la superficie de la arena, aguardando a ser avivados por los vientos del destino.